jueves, 26 de marzo de 2009

Mano negra

El capitalismo ha triunfado. No es ninguna ironía y tampoco me alegra. Siempre me ha chirriado que el sistema se fundamente en el egoísmo de cada uno y que como resultado el bien común. No soy capaz de asimilarlo. No resuelve mi ecuación de principios, pero quizás es el que mejor se adapte a un ser imperfecto como el hombre.
Hay que reconocerlo, la crisis financiera en el fondo tiene su origen en la democratización de los dineros. Hace medio siglo solo unos pocos obtenían rentas decentes, accedían a los mercados financieros, obtenían liquidez, invertían y ganaban y sólo ellos podían realizarse como consumidores. Hoy en día afianzada la clase media todos somos consumidores, y podemos incidir en la economía. Somos muchos los actores en esta economía superpoblada donde los recursos son limitados y la avaricia es ilimitada. Podemos contratar un préstamo en divisas extranjeras, comprar cualquier cosa de cualquier parte del mundo con un solo clic, y además tenemos tanta información que ahora la prioridad ha dejado de ser la cantidad si no la selección. El individuo ya no es un sujeto cautivo de una oración con verbo pasivo, ya no es el recurso del sistema de producción que aporta su trabajo y esfuerzo, no, ahora es el activo, el consumidor, el que manda y mueve la economía. El pide y el sistema le satisface. No se puede culpar al sistema de la crisis si no a su principal protagonista: nosotros.
Aun hoy me topo con gente que mal dice la telebasura y evoca la televisión de los ochenta, y culpa de este deterioro a una mano negra que mueve los hilos del país y del mundo, y que basa su supervivencia en el poder en la ignorancia y entretenimiento de los demás. ¡Quan errados están! Es lo contrario, antes si que había una sola mano que dictaba la parrilla de televisión, pero hoy, con la liberalización de la televisión y su democratización somos los televidentes que con nuestro mando de televisión votamos cada día lo que queremos ver. Debemos asumir nuestra responsabilidad. La televisión que emiten es la que queremos ver, es el reflejo de nuestra sociedad, nuestro espejo. En la economía sucede lo mismo, la democratización de los dineros unida a la irresponsabilidad de los bancos y la complacencia del estado nos ha llevado a esta situación. Todos nos hemos dejado llevar por la avaricia y nos hemos creído más ricos a medida que los bancos bajaban los tipos de interés y ampliaban los plazos de devolución. En la fiesta hemos participado todos, y todos nos emborrachamos, y después cuando se acabo la música, amaneció nublado y nos despertamos con una resaca terrible, culpamos del garrafón a otro.
Nos equivocamos. El capitalismo no fracasó sino que triunfó, nos hizo a todos más libres, ahora vivimos, ya no sobrevivimos como antaño, elegimos la vida que queremos llevar, nos hizo responsables de nuestras vidas y eso a muchos les pesa demasiado y antes de reconocer su propio fracaso prefieren culpar a otros de su incapacidad. No caigamos en la tentación de centrifugar nuestras culpas, asumamos nuestro papel central en la economía, nuestras culpas en esta maldita fiesta, no reabramos debates superados y sepamos extraer de esto la verdadera lección. Todos en esta carrera en la que vivimos queremos ser felizmente ricos, y tomaremos cualquier atajo para ser los primeros. El capitalismo en su esencia es libertad individual, es laissez faire, pero como con el comunismo, el hombre siempre acaba representando mal el guion. Si además añadimos a la coctelera que somos muchos, o peor, demasiados, el problema está servido. La población crece y además se hace más exigente, ya nadie se conforma con compartir una gruta y de vez en cuando una gacela, ahora necesita muchos más de los recursos que le brinda el planeta para satisfacer sus necesidades. Quiere una casa, un coche, viajar en avión, comer diferente cada día, un fondo de armario, seguridad, copas y música, etc... El hombre evoluciona, somete al resto, adapta el medio, se multiplica, y quiere más que la generación precedente.
Ya tenemos la crisis. La codicia multiplicada por muchedumbre y elevada a la ignorancia es una ecuación con una solución indeterminada que tiende al abismo. Nadie fue capaz de despejarla.