martes, 26 de junio de 2012

Hipotecados y atrapados

Estamos atrapados. Somos víctimas del ladrillo, somos los hipotecados, los atados a un contrato maldito. No podemos huir, nadie quiere nuestros ladrillos, y menos al valor que los pagamos. El contrato nos domina, su interés variable e imprevisible, nos inquieta y nos amenaza; su plazo de devolución nos agota, nos rinde. Somos la generación cuyo destino esta jodidamente unida al de la banca. Es agobiante y es desesperante. No quiero tener una hipoteca, quiero ser libre. Quiero volver atrás y no firmar, ¿como pudimos estar tan ciegos? sabíamos que reventaría, que se iría al carajo, pero nos cegó la avaricia, nos arrastró la inercia de toda una sociedad, nos perdimos y finalmente firmamos el contrato que nos hizo prisioneros. ¿Por qué no fui valiente?

jueves, 8 de diciembre de 2011

Soy funcionario

En estos tiempos de recesión y color azul he pasado a la clandestinidad. Soy un apestado funcionario. Soy sospechoso de vago y bien pagado, aunque ninguna de las dos afirmaciones sean ciertas. En el 2010 me bajaron el sueldo y los que ahora vienen seguramente querrán quitarme otro cachito de mi nomina. Ellos odian lo público y los que les votan también, y por eso accionan con tanta alegría la tijera. El aplauso de los suyos es enfervorizado y su sentimiento revanchista aunque después cuando lo justifican digan que es por el bien del país. Yo les digo que no les creo, que la gangrena está en otros capítulos del presupuesto, en otros sectores de la economía, que es muy fácil y popular atizar al funcionario pero que solo deprimirán más el consumo y por ende la economía, que sólo desmotivarán aún más al empleado público que lleva perdiendo poder adquisitivo desde hace más de 10 años, que no actúen como carniceros con motosierra sino como cirujanos y extirpen sólo los tumores y no dañen el resto de órganos sanos, y que sean curiosos y lean las recetas que proponen los grandes economistas del momento para salir de la crisis.
Yo soy empleado público y creo en el sector público como garante de la justicia social. Mi legitimidad no está en mi oposición sino en mi trabajo diario. Yo trabajo para los demás y me hace sentir bien contribuir a un interés general y no al beneficio de una cuenta de resultados. Nosotros no somos el problema, somos lo que trabajamos en la solución.

sábado, 1 de octubre de 2011

Economía desorientada

Probablemente, en 3 meses, mi mujer estará en el paro, y yo me rebelo. Ella, orientadora laboral, en mi opinión, es parte de la solución pero para los que deciden es parte del problema. Increíble. Yo les digo: ahora no necesitamos tijeras, necesitamos estímulos. España no crece lo suficiente y es ahí donde brotan las dudas de los mercados financieros. No es un problema de déficit ni de deuda pública. El problema es que España no crece, está estancada y el sector privado esta en coma. Con este cuadro médico la receta menos indicada es la de la austeridad extrema que nos han vendido. El paciente está débil y nosotros no hacemos más que sacudirle con recortes. Ahora es el momento de animar y estimular a España y eso no lo va hacer el sector privado por mucho que se empeñen los halcones de la tijera. Eso sólo está en condiciones de hacerlo el sector público y debe hacerlo al son de una melodía única en todo el territorio nacional. La música debe estimular la economía en el corto plazo y debe ofrecer notas que transmitan que en el medio y largo plazo la deuda pública estará bajo control. Ahora toca bailar con frenesí pero con seny, asignando recursos públicos en aquello que es importante, como por ejemplo el capital humano. Casualmente mi mujer sabe algo de eso pero ella y toda la red de orientadores laborales de Mallorca pronto se irá al carajo y con ellos parte de la solución.

La soledad del parado en balears

En Baleares a los parados ya no hay nadie que les escuche, que les valore su situación actual, que les guíe en la maraña de recursos que les ofrece la administración o que les ayude a orientar su futuro profesional. En Baleares se ha hecho el silencio. La red de orientadores laborales financiado por el fondo social europeo desaparece de un plumazo por que a los políticos de aqui no les interesa. Y dicen que es por dinero pero esa excusa no vale: el dinero viene de fuera. Es sorprendente que un país con un problema endémico de paro se renuncie a un instrumento básico de las políticas activas de empleo. Es triste que dejen en la desesperanza a miles de desempleados de las baleares. Es patético que no sepan administrar los recursos que les brindan de Europa y es desesperante que pronto 100 profesionales se vayan a la calle. Al menos estos sabrán orientarse solos, pensaran los políticos iluminados que les han echado. Vaya nivel de dirigentes que tenemos. Estamos arreglados.

viernes, 25 de marzo de 2011

Más cachondeo

No tengo esperanzas. España está en crisis, el gobierno está agotado y la oposición no es alternativa. Que ilusión. Nuestro país vive de los guiris y hasta hace poco de los ladrillos. Estos últimos ya sabemos que se desmoronaron y arrastraron como un tsunami a buena parte de la economía española. ¿Y ahora que hacemos? No somos buenos en nada y vivimos de la caridad de la naturaleza que nos ha regalado sol y playa, y eso que la hemos machacado a base de hormigonazos, talas y alfombrados asfálticos. ¿Como vamos a competir con otros en un mundo abierto y competitivo? Los asiáticos y los indios siempre serán más productivos que nosotros, los alemanes y americanos más innovadores, y los franceses siempre serán un poco mejores que nosotros en todo. No encuentro nuestro nicho en este mundo salvo el happy hour y la sangría. Quizás deberíamos de plantearnos seriamente que no debemos ser un país serio. En los últimos años nos hemos emperrado en ser como nuestros vecinos del norte. Ahora ya tenemos todo reglado, legislado y controlado. ¿Y si rompemos con eso y volvemos al cachondeito? Apostemos con decisión por el turismo y volvamos a ser el país de la alegría, la simpatía y la fiesta. Nunca seremos como los del norte y tampoco seremos como los de Oriente. Nuestro modelo productivo nunca podrá estar basado ni en la industria, ni en la tecnología, ni en el conocimiento. El que aquí funciona es el modelo del pincho de tortilla con una cañita fresquita a la orilla de la playa. En eso nos salimos y no hay quien nos gane. ¿O es que lo hemos olvidado?

jueves, 1 de julio de 2010

La generación brick boom

Ahora también soy de la generación del brick boom. Nací en el otro boom, el que luego colapso los colegios con más de cuarenta alumnos y el que tuvo que masterizarse para poder mendigar un contrato digno. Superado el primer round y con un contrato indefinido en la mano vendí mi vida laboral a una entidad financiera para poder comprarme una casa. Solo me costó tres veces más en términos reales que a mis padres y eso sin tener en cuenta que yo pagaré intereses hasta que me jubilé y no disfrutaré del alivio inflacionario de su tiempo. Soy obstinado y no contento con un contrato indefinido y pensando en conciliar mi vida familiar y profesional, oposité. La inversión en vigilias tuvo su recompensa y me brindó más calidad de vida y resto incertidumbre a mi solvencia a largo plazo. La situación había mejorado aunque el peso de la deuda era pesada y los caprichos de la economía con los vaivenes del euribor obligaban a estirar algunos meses más que otros el cinturón. Asumido con resignación y consciente que ya no tendría el nivel de vida que habían disfrutado mis padres ahora me encuentro que nos bajan el sueldo. Increíble. Somos la generación del brick boom: endeudados de por vida y con sueldos deflacionarios.

jueves, 26 de marzo de 2009

Mano negra

El capitalismo ha triunfado. No es ninguna ironía y tampoco me alegra. Siempre me ha chirriado que el sistema se fundamente en el egoísmo de cada uno y que como resultado el bien común. No soy capaz de asimilarlo. No resuelve mi ecuación de principios, pero quizás es el que mejor se adapte a un ser imperfecto como el hombre.
Hay que reconocerlo, la crisis financiera en el fondo tiene su origen en la democratización de los dineros. Hace medio siglo solo unos pocos obtenían rentas decentes, accedían a los mercados financieros, obtenían liquidez, invertían y ganaban y sólo ellos podían realizarse como consumidores. Hoy en día afianzada la clase media todos somos consumidores, y podemos incidir en la economía. Somos muchos los actores en esta economía superpoblada donde los recursos son limitados y la avaricia es ilimitada. Podemos contratar un préstamo en divisas extranjeras, comprar cualquier cosa de cualquier parte del mundo con un solo clic, y además tenemos tanta información que ahora la prioridad ha dejado de ser la cantidad si no la selección. El individuo ya no es un sujeto cautivo de una oración con verbo pasivo, ya no es el recurso del sistema de producción que aporta su trabajo y esfuerzo, no, ahora es el activo, el consumidor, el que manda y mueve la economía. El pide y el sistema le satisface. No se puede culpar al sistema de la crisis si no a su principal protagonista: nosotros.
Aun hoy me topo con gente que mal dice la telebasura y evoca la televisión de los ochenta, y culpa de este deterioro a una mano negra que mueve los hilos del país y del mundo, y que basa su supervivencia en el poder en la ignorancia y entretenimiento de los demás. ¡Quan errados están! Es lo contrario, antes si que había una sola mano que dictaba la parrilla de televisión, pero hoy, con la liberalización de la televisión y su democratización somos los televidentes que con nuestro mando de televisión votamos cada día lo que queremos ver. Debemos asumir nuestra responsabilidad. La televisión que emiten es la que queremos ver, es el reflejo de nuestra sociedad, nuestro espejo. En la economía sucede lo mismo, la democratización de los dineros unida a la irresponsabilidad de los bancos y la complacencia del estado nos ha llevado a esta situación. Todos nos hemos dejado llevar por la avaricia y nos hemos creído más ricos a medida que los bancos bajaban los tipos de interés y ampliaban los plazos de devolución. En la fiesta hemos participado todos, y todos nos emborrachamos, y después cuando se acabo la música, amaneció nublado y nos despertamos con una resaca terrible, culpamos del garrafón a otro.
Nos equivocamos. El capitalismo no fracasó sino que triunfó, nos hizo a todos más libres, ahora vivimos, ya no sobrevivimos como antaño, elegimos la vida que queremos llevar, nos hizo responsables de nuestras vidas y eso a muchos les pesa demasiado y antes de reconocer su propio fracaso prefieren culpar a otros de su incapacidad. No caigamos en la tentación de centrifugar nuestras culpas, asumamos nuestro papel central en la economía, nuestras culpas en esta maldita fiesta, no reabramos debates superados y sepamos extraer de esto la verdadera lección. Todos en esta carrera en la que vivimos queremos ser felizmente ricos, y tomaremos cualquier atajo para ser los primeros. El capitalismo en su esencia es libertad individual, es laissez faire, pero como con el comunismo, el hombre siempre acaba representando mal el guion. Si además añadimos a la coctelera que somos muchos, o peor, demasiados, el problema está servido. La población crece y además se hace más exigente, ya nadie se conforma con compartir una gruta y de vez en cuando una gacela, ahora necesita muchos más de los recursos que le brinda el planeta para satisfacer sus necesidades. Quiere una casa, un coche, viajar en avión, comer diferente cada día, un fondo de armario, seguridad, copas y música, etc... El hombre evoluciona, somete al resto, adapta el medio, se multiplica, y quiere más que la generación precedente.
Ya tenemos la crisis. La codicia multiplicada por muchedumbre y elevada a la ignorancia es una ecuación con una solución indeterminada que tiende al abismo. Nadie fue capaz de despejarla.